sábado, 15 de febrero de 2014
miércoles, 12 de febrero de 2014
Hace tiempo que había abandonado la costumbre de escribir en el blog y hoy amanecí
con las ganas de hacerlo nuevamente, antes de que la memoria se torne caprichosa.
Ayer vi una imagen que me recordó un texto escrito hace años. Era una mujer anciana
con un carrito de supermercado, cargando muchas bolsas. Me acordé entonces de un
texto escrito hace años, que surgió en una viaje a Nueva York......
con las ganas de hacerlo nuevamente, antes de que la memoria se torne caprichosa.
Ayer vi una imagen que me recordó un texto escrito hace años. Era una mujer anciana
con un carrito de supermercado, cargando muchas bolsas. Me acordé entonces de un
texto escrito hace años, que surgió en una viaje a Nueva York......
Bolsas, bolsones,
bolsitas. De todos tamaños, de todas las
épocas, de diversos
colores y distintos materiales; bolsas con cuerdas, con cadenas, con iniciales, con
piedras de
fantasía. Bolsas con contenidos
entrañables o detestables, tranquilizadores,
sorpresivos o esperanzadores,
prohibidos o ilegales.
Las bolsas están
ligadas a la humanidad en todos los tiempos transcurridos, más a
la mujer que
al hombre desde luego, aunque en la época actual se ubiquen en la
“unisexualidad” y se generalice su uso.
Y ese proceso de
pensar en bolsas, me trajo repentinamente una vivencia de mi
primera visita a
Nueva York hacia 1970, imágenes ahora convertidas en este texto
que les
comparto:
Mujeres maduras o
ancianas, la mayoría, aunque también algunas jóvenes,
viudas tal vez, sin
familiares o abandonadas. Mujeres que parecían no estar tristes,
que aceptaban
su condición, arrastrando o empujando carritos de supermercado
repletos de
bolsas, a su vez repletas de algo...
¿Andaban de
compras?
Desde luego que no.
No tenían acceso a esas marcas. En las bolsas cargaban toda su
vida, las bolsas
eran su morada. Vivían de día en la calle o en los parques; dormían
en zaguanes,
en cobertizos de tiendas o en las estaciones del metro.
¿Que cargaban en esas
bolsas?
Todas sus
pertenencias: Cobijas, toallas, ropa, utensilios, cosméticos, alimentos,
fotografías,
recuerdos…
Les llamaban “Bag
ladies” y fueron distintivo y atracción durante unas dos
décadas en la Gran Manzana , sin que ninguna
autoridad o institución pública
o privada, pudiera cambiar su forma de vida.
Parece que
Giuliani, el alcalde héroe de Nueva York, pudo finalmente convencer
a esa
legión de trotacalles para trasladarlas a vivir en una casa hogar.
Pero al parecer no
han desaparecido del todo. Todavía en estos tiempos se distingue
alguna “Bag
Lady” calentando su “lunch” sobre una lata de alcohol, sentada en
alguna banca
de Central Park.
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