El Códice Romanoff de Esthela Leñero
En una entrevista a propósito de su obra teatral El Códice Romanoff, Estela Leñero Franco señala que utilizó como hilo conductor una publicación homónima que describe la pasión de Leonardo da Vinci por el arte culinario. Este recurso le valió para proyectar las relaciones interpersonales, la búsqueda de la vocación y la realización de los anhelos que se cocinan dentro de un monasterio. Y este cúmulo de emociones que ocurren en la obra, se desprenden en el laboratorio más antiguo de la humanidad: la cocina.
Y efectivamente. En El Códice Romanoff la propuesta dramática de Estela, parte de información contenida en el libro Notas de cocina de Leonardo da Vinci, texto publicado en 1999, por Shelag y Jonathan Routh en la colección Temas de Hoy y que lleva ya varias ediciones en España. El libro de los Routh se presenta como una trascripción levemente adaptada de unos escritos de Leonardo Da Vinci, aparecidos en el Museo Ermitage de San Petersburgo y copiados a máquina por Pascuale Pisapia apenas pasada la Segunda Guerra Mundial.
Lo que no esta muy claro y tampoco lo aclaran los Routh, es si rescataron ese documento del Museo Ermitage en 1981, o si lo hicieron de la copia de Pasquale Pisapia y que actualmente es propiedad de una familia italiana de abolengo. Por otra parte, no se conoce al tal Pasquale y los responsables del Ermitage niegan poseer tal manuscrito. Existen teorías plausibles sobre como habría llegado hasta allí y los del Ermitage han mentido acerca de sus fondos anteriormente. Además, el tema del libro está de acuerdo con hechos de la vida de Leonardo que se conocen por otras fuentes.
Es preciso señalar también que respecto a esta publicación de los Routh se ha dado en España, sobre todo en los últimos dos años, cierta tendencia de algunos críticos a negar la autenticidad de las Notas de cocina, pues se aduce entre otras cosas: que no existen más ediciones en el mundo que la española, que no hay confirmación de la existencia de los Routh y que la editorial española no da información al respecto. Acerca de que no hay más ediciones que la española tenemos referencia de al menos una versión italiana de la Editorial Voland, con prefacio del Doctor Marino Albinesi, presidente del Circulo Gastronómico de Italia.
Estas disquisiciones nos parecen más bien, producto de luchas de editoriales y no han tenido eco o respuesta académica, salvo en la red de Internet, en blogs de particulares. En principio, la autora maneja con lucidez el tema del Códice en la ficción dramática, pues sitúa la acción de la obra en el siglo XIX, fuera del tiempo y la polémica de los Routh, presuntos rescatadores del Códice a fines del siglo XX.
Por ser un libro marcado en el índice de los prohibidos por la iglesia, la trama sostiene que Pilar y Aurora reciben en el Convento la información de las recetas de Leonardo en forma oral durante las sesiones de confesión con el padre José y posteriormente Aurora continua recibiendo la información en el barco, a través del padre Ramón, quien también ha tenido acceso al Códice.
Si en algún tiempo futuro alguien revisa a fondo en el Ermitage los papeles del Códice y llegará a surgir otra versión sobre las recetas y recomendaciones gastronómicas atribuidas a Leonardo, pienso que la misma autora de El Códice Romanoff o cada realizador de su montaje, tendrían todo un abanico de posibilidades de ficción para realizar una dramaturgia que enriqueciera aún más el texto de Estela Leñero
El primero de nuestros asombros al conocer parte del contenido en el Códice Romanoff, es que todavía a principios del tercer milenio, el inmenso talento y la inagotable creatividad del genio de Leonardo sigan sorprendiendo al mundo y dando más todavía. A sus vastos conocimientos en ciencia y arte, se agrega ahora en forma subrayada la gastronomía.
Leonardo nació en 1452 en la comuna de Vinci, cerca de Florencia. Era todavía un niño cuando empezó a estudiar arte: es el autor, entre otras obras, de La Ultima Cena y La Gioconda. Fue un artista completo, y a la vez, nada del conocimiento le era ajeno: estudió anatomía, botánica e hidráulica. Imaginó máquinas para volar y máquinas para destruir. Hizo obras de arquitectura. Y dejó escritos sus pensamientos y sus investigaciones en varios tratados.
En 1482 Leonardo fue a Milán y allí hizo su Tratado de la pintura, que hoy se conserva en la Biblioteca del Vaticano. En 1994, Bill Gates, el fundador de Microsoft, pagó 30.8 millones de dólares por el Códice Leicester, 72 páginas que Leonardo escribió con diminuta caligrafía entre 1506 y 1510. Lo hizo al revés y para leerlo hace falta un espejo. Allí Leonardo describe por qué el cielo es azul, por qué brilla la luna y por qué se puede encontrar fósiles marinos en las montañas.
En cuanto a las notas de cocina de El Códice Romanoff se entiende el gusto culinario de Da Vinci por sus antecedentes como maestro de banquetes en la corte de Ludovico Sforza, durante más de 30 años; así como su trabajo como jefe de cocina de la taberna Los tres caracoles. Entre las aportaciones interesantes que Leonardo hace en este documento, está por ejemplo la
importancia hacia las verduras y hortalizas como base fundamental de los banquetes. De la misma manera dedicó bastante tiempo a las reflexiones sobre el uso de los cubiertos y a sus ventajas higiénicas e incluso sanitarias. Otro de los temas es el de la conservación de los alimentos o el de su concentración para hacerlos más ligeros y fáciles de transportar, adelantándose en siglos a nuestros concentrados de carne, cubitos de caldo, verduras deshidratadas.
Estela Leñero, es una destacada protagonista en el movimiento teatral del país, talentosa dramaturga y activa investigadora del CITRU; Estela ha publicado unos quince textos con obras de teatro de diversas tendencias y temas, las cuales han sido escenificadas casi en su totalidad. En 2004 publica su investigación Voces del teatro en México a fin de milenio, libro de historia y crítica sobre el teatro en México en el siglo XX y principios del XXI
En El Códice Romanoff, la autora nos lleva de la mano por un viaje al interior de las mentes de Aurora y Pilar. A través de su prodigiosa aventura vivimos y gozamos las vidas de estas religiosas que por medio de su vocación culinaria emprenden una personal y desigual batalla que les permita rescatar su individualidad y su capacidad de amar. Aurora y Pilar, no dudan en desafiar la opresión de la iglesia, transgredir su ley y el orden social, con el fin de llegar a una plena realización de sus vidas. Y Estela logra con creces hacernos llegar la idea central de su obra porque tiene muy claro su propósito dramático. Por ello declara que su teatro es: “un teatro intimista que recorre los laberintos interiores guardados en el inconsciente de los seres humanos, que indaga, hurga y trastoca los puntos endebles de cada individuo”
Desde la cocina conventual, que en forma práctica y minimalista la autora convierte en cocina del monasterio y también en cocina de un barco, la historia se desgrana por el camino de la aventura, indaga en el interior de los personajes haciendo crecer la acción y enriqueciéndola con un diálogo informativo, preciso, justo y decantado
Uno de los aspectos que más nos satisfacen de El Códice Romanoff, está en el extraordinario ritmo del texto que hace deslizar la acción rompiendo tiempo y espacio a la vez que deja abiertas muchas posibilidades escénicas y con ello apela a la creatividad de cualquier director que intente su montaje.
El Códice Romanoff es un teatro mexicano de ahora, abierto al entendimiento universal, es teatro que traspasa las fronteras culturales, que aplica las tradiciones y el nacionalismo para contarnos una historia que rebasa las fronteras, que se abre a la universalidad con una temática que trasciende al mundo.
Hay mucho por delante en el oficio dramático de Estela Leñero Franco y ella lo sabe. Su posición como dramaturga del México contemporáneo es clara y precisa. Así lo manifiesta en el V Congreso de mujeres dramaturgas, efectuado en Atenas en 2000:
Hoy, las mujeres dramaturgas hemos salido de lo personal para hablar del mundo que nos rodea. Hemos dejado de vernos sólo a nosotras mismas para observar la relación con el exterior. Hoy no necesitamos hablar del yo femenino para reconocernos. Estamos en todas partes, el mundo nos pertenece....
Luís Martín
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