lunes 4 de febrero de 2008
El recuerdo que guardo de Lola Bravo es su imagen de maestra.
Mi acercamiento con ella se dio a través de Rubén Orozco, quien se había inscrito en la naciente Escuela de Teatro de la Universidad. Yo me iniciaba como director amateur en la Prepa Uno, a escondidas de mis padres. La experiencia de asistir a una clase con Lola me marcó fuertemente y le pedí autorización para asistir regularmente como oyente.
Aquello era diferente a todas las sesiones de taller que había experimentado. Allí se veía el teatro con profundo respeto, como una vocación vehemente, penetrante, casi sagrada. Eso no lo olvido y trato de transmitirlo a los actores en mi escala y en mi tiempo.
De lunes a viernes, de 6 a 8 de la noche nadie quería perderse la clase de técnica interior que impartía Lola en la incipiente Escuela de Teatro que fundó en la Universidad en 1957.
¿Son compatibles la química y el teatro?
Muchos dirán que no. Sin embargo, Lola Bravo, a quien debemos reconocer como una de las maestras precursoras del academismo teatral en Monterrey hizo "química" con ambas disciplinas y por mucho tiempo combinó dos profesiones, hasta que el teatro dominó en la vocación y la retuvo en su magia hasta completar 85 años de vida terrenal.
Corría 1942. A sus 24 años, Lola había concluido los estudios de Ingeniería Química en la UNAM y había decidido cursar un postgrado en Chicago. Eran tiempos de guerra, pero también de reivindicación de la mujer, que empezaba a relevar al hombre en muchos órdenes de la vida cotidiana.
Cuando Lola elaboraba su horario de clase se percató de que le quedaba tiempo libre. Casi sin pensarlo decidió tomar otras materias en vez de deambular inactiva por el campus. Así, Lola descubrió el teatro, con el que hizo pacto de alianza para el resto de su vida.
Esas clases de Chicago fueron solamente el preámbulo. Al regresar a México, Lola se inscribió en el estudio de Seki Sano, discípulo predilecto de Constantine Stanislavsky, quien empezaba a modernizar y transformar la enseñanza del teatro en la capital. Wolf Ruvinskis, María Douglas, Sergio Bustamante, Carlos Cantú, Felipe Terrazas, entre otros, figuraban como alumnos de la primera generación que formó Seki en los años 40 al llegar a México expulsado de la URSS.
Para la llegada de Seki, el método Stanislavsky ya se conocía a través de publicaciones y se aplicaba en México por algunos maestros y directores. Sin embargo, la recia disciplina de Seki y haber sido un alumno directo y predilecto de Stanislavsky lo situaba en la avanzada de la enseñanza teatral del País.
Lola fue de las alumnas más acuciosas y con mejor aprovechamiento en esa primera generación que formó Seki. Mi soporte para afirmarlo es la formación académica que desarrolló al cursar Ingeniería Química y es irrebatible señalar que las ciencias exactas proporcionan al profesionista un rigor en la disciplina y un método de enseñanza.
¿Y tú te crees Bette Davis para llegar a estas horas?
La estudiante -aspirante a actriz- a quien iba dirigida la reprimenda, sentía como cubetazo de agua fría la frase de Lola Bravo, pronunciada suavemente con matiz irónico, pero con efecto demoledor. La estudiante se disculpaba por el retraso y se acomodaba rápidamente en el aula de actuación, situada en el sótano de la legendaria casona de Zaragoza y Espinosa.
Esa escena la vivimos varias ocasiones en la Escuela de Teatro que la Universidad abrió en 1957, impregnada con la herencia humanista que le había legado el rectorado de Raúl Rangel Frías. Lola, quien tenía apenas un año de radicar en la Ciudad, fue la promotora y primera directora de esa escuela, donde formó una generación de actores y directores que, con el tiempo, le dieron relevancia y gran nivel al teatro local.
Y es que para Lola, la disciplina y la concentración eran base fundamental en la clase de Técnica Interior de la Actuación que impartía diariamente. Entre los alumnos de las primeras generaciones estaban Rubén Orozco, Irma Lozano, Irma Morantes, Sergio García, Albertina Briz, Francisco Cordero, Enrique Fernández, Arturo Salazar, Paco Robledo, Orquídea Fox, Roxana María Roa, Vicky Damm, Lucía Mireles, Elías Charur, Pepe Marroquín, José Alberto Garza Salinas, Cory Ayala, Rosa Mondragón, Juan Francisco García, Oralia Rodríguez, Daniel Dimas, Humberto Huerta, Sara Ayala. Creo recordar a la mayoría, pero vaya por anticipado mi disculpa si omito a alguien.
La escuela era el corolario de una serie de acciones que Lola emprendió desde su llegada a Monterrey con su esposo Guillermo Serret, quien venía a ocupar la delegación de Teatro del INBA. Durante su estancia de cinco años, entre 1956 y 1960, además de fundar y dejar funcionando la primera Escuela de Teatro de la Universidad, Lola dirigió las obras "El Mercader de Venecia", de William Shakespeare; "Las brujas de Salem” de Arthur Millar; La Casa de Té de la Luna de Agosto", de John Patrick; "Fiebre de Primavera", de Noel Coward; "Hoy Invita la Güera", de Federico Schroeder Inclán, y "La Soga", de Patrick Hamilton.
En 1956, un año antes de fundar la escuela, había sorprendido al medio cultural con "El Mercader" que presentó después de un curso organizado por Arte, A.C. y donde actuaban Rogelio Quiroga, Oscar Cantú Arreola, Minerva Mena Peña, Anselmo González Zambrano, Héctor Martínez y Laura Cleotilde, entre otros.
Todos ellos se integraron a la Escuela de Teatro y más tarde formarían la Compañía del Teatro del Globo, con los demás egresados de la escuela.
Antes de Lola, nuestro público no había visto obras de Shakespeare, al menos actuadas por grupos locales, como fue "El Mercader". Tampoco conocía el teatro de Arthur Miller hasta que ella realizó el montaje de "Las Brujas de Salem", en 1957, como primera producción de la escuela. Con estas producciones se develó la calidad profesional que imprimía a sus trabajos.
¿Es teatro de la Capital?
La calidad de los montajes parecía etiquetarlos en el teatro profesional de México. En los montajes de Lola no cabía el amateurismo o el teatro de aficionados. El público detectó la inteligente interpretación del texto y lo dinámico del movimiento, la riqueza del trazo escénico y los decorosos niveles de actuación.
Esto lo apreció tanto en "El Mercader", como en "Las Brujas" y más tarde en "Hoy Invita la Güera". Y es que Lola, bien conectada con funcionarios del INBA, conseguía vestuario y utilería para las clases, ensayos y producciones de la escuela, logrando así producciones de alta calidad.
Tanto en "El Mercader" como en "Las Brujas" llamaba la atención el rigor, la disciplina y la técnica. Aunque el teatro universitario había tenido primicias de las nuevas tendencias de la actuación y el método Stanislavsky por medio de Pepe Aceves, Anastasio Villegas y Guillermo Zetina, lo cierto era que la impartición del método necesitaba más que un curso: requería una escuela formal, acción que Lola pudo consolidar al estar tres años al frente de la escuela que fundó.
Decía líneas arriba que en "El Mercader" aparecieron Rogelio Quiroga, Anselmo González, Minerva Mena Peña y Oscar Cantú Arreola, quienes provenían de Teatro Universitario y del Cuadro Artístico de Dolores. Todos emigraron con Lola a la aventura de la escuela.
Varios de los que fueron sus alumnos coinciden en la opinión. Albertina Briz e Irma Morantes me aseguran que el recuerdo que perdura entre ellos es la imagen de la maestra de gran vocación y entrega. Oscar Cantú señala que su pasión y dinamismo fueron detonadores de toda una tendencia escénica en el teatro local entre 1956 y 1960.
Lola luchó por el teatro nacional desde varios frentes: como directora del Teatro del Politécnico Nacional, de la Compañía de Teatro Popular del INBA y de la Compañía Estatal de Oaxaca.
Entre nosotros su huella queda indeleble con la fundación de la primera Escuela de Teatro de la Universidad y la apertura del Teatro del Globo, como sala de representación para los egresados de aquella legendaria escuela.
Esa pasión no la abandona nunca. La lucha por promover y dignificar el buen teatro fue una constante de su vida. A los 84 años, de Lola se afirmaba en una entrevista: "Desde su refugio, Lola Bravo proyecta obras, las escribe, consigue actores y si no los encuentra los hace; gestiona foros para las presentaciones, hace cientos de llamadas telefónicas al Instituto de Cultura, al de Educación, a sus contactos en el DF, al sindicato de maestros. No se da por vencida. Debe haber más teatro en Oaxaca, se dice a sí misma, y vuelve a insistir con la certeza de que logrará su objetivo".
Cuando Lola estuvo entre nosotros, Monterrey apenas sobrepasaba los 300 mil habitantes y sus necesidades culturales eran mínimas. Además del Aula Magna, sólo existía el Teatro Montoya y un pequeño espacio, el Teatro de la República, en los bajos de la Plaza del mismo nombre.
Y las salas de cámara, ¿donde están ahora?
Con actitud visionaria, Lola planeó la adaptación de un teatro de cámara en la vieja casona de Zaragoza y Espinosa para que los egresados tuvieran una fuente de trabajo.
Buscó patrocinios y permisos, hizo funciones de beneficio, organizó la compañía de actores de la escuela y los puso a manejar el Teatro del Globo, que abrió sus puertas en mayo de 1959. Rogelio Quiroga, Oscar Cantú Arreola y Pepe Marroquín recibieron la estafeta de dirección de esa pequeña sala, que mantuvo activa la programación por varios años.
Con la apertura de esa sala y el mencionado Teatro de la República se daría todo un auge de salas teatrales de cámara -de cinco a seis teatros- funcionando de martes a domingo. ¡Todo eso, en el Monterrey de los años 60 y con programación de teatro local!
Cantú Arreola y Quiroga mantuvieron vivo el Globo hasta 1963. Más tarde, en 1966, lo reabrimos con el nombre de Arlequín y nos tocó cerrarlo definitivamente en marzo de 1970.
Para Lola era de suma importancia que los egresados de la escuela tuvieran una fuente de trabajo y emprendieran la administración y producción de teatro. La acción mas importante que heredó Lola a sus alumnos fue el compromiso de construir y administrar el Teatro del Globo.
Sus obras teatrales bastaron para afirmarnos que ya estaba preparado nuestro teatro y nuestro público para acometer esas realizaciones y disfrutar del teatro contemporáneo universal como en las grandes capitales. Pero estas realizaciones se llevaron a cabo con planeación, con producción, con aplicación rigurosa del método Stanislavsky, que para los 50 empezaba a ser el sello del teatro de avanzada en México.
En fin. Lola Bravo, la maestra, la actriz, la amiga entrañable, cumplió cabalmente su función en la vida y partió al descanso eterno el lunes 10 de mayo de 2004. Desde acá le dedicamos con gran afecto ¡ muchos minutos de aplausos ! (Luis Martín)
(Este texto lo publiqué en el periódico El Norte de Monterrey el12 de mayo de 2004.
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1 comentario:
Una felicitacion. A cada una de las personas que todavia sobrevivan de esta generacion! Y saber que esa sabiduria esta siendo dignamente sembrada en las siguientes generaciones. Sr fando! Me enorgullece saber que dos personajes de este blog son tios mios, alberto garza salinas e orquidea fox saludos!
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