Es una pareja cuyas edades pueden ubicarse entre los ochenta y los ochenta y cinco. años. Ella, presenta su documentación ante la abertura vertical. La cajera cuenta cinco billetes de 200 pesos y dos de 20 y los entrega mecánicamente con la precisión de un cajero automático. La anciana le muestra un segundo documento y en vez de dinero recibe una respuesta lapidaria:
- Ese recibo corresponde al mes de noviembre, debió haberlo cobrado en diciembre, pues esa nómina ya se regresó.
La anciana insiste, pide de favor que se le pague; sostiene que estuvo enferma y no pudo venir en el tiempo reglamentario. La cajera se encoge de hombros y agrega:
- No son disposiciones del banco, yo no puedo hacer nada.
La anciana vuelve a insistir y muestra el otro papel. La cajera aclara
:
- Ese si corresponde a enero, pero podrá cobrarlo hasta los primeros cinco días de febrero.
El anciano recoge torpemente los papeles que devuelve la cajera y jala del brazo a su mujer que no se resigna, que ha elevado la voz, sostiene su reclamación en la caja y se niega a moverse de la barra. Algunas frases cortas, bajas, incoherentes entre ambos y la firme negación de la cajera dan por terminada la escena real que presencié el mes pasado en un banco de la ciudad.
Encerrado en el acordonamiento-desfiladero en espera del turno para acceder a una operación bancaria, me pregunto y al no responderme satisfactoriamente, saco mi pregunta al exterior. Al primero que cuestiono es al hombre robusto que me sigue en la fila. Su respuesta casi monosílaba acompañada de un encogimiento de hombros, me hace desistir de continuar el diálogo. Además ya es mi turno y la cajera, la misma protagonista de la escena anterior, ya muestra un rostro inquieto, de prisa necesaria, de culpa anticipada a ser sorprendida por algún supervisor que reportará poca eficiencia y productividad en la caja número X.
De cualquier modo, mientras realizo la operación le lanzo también a ella la pregunta:
- ¿piensa que sea justo que los ancianos que reciben pensiones miserables de jubilación, tengan que salir a la calle, en tiempo frío y lluvioso, para poder cobrarlas?
La empleada del banco se queda un tanto sorprendida por la pregunta, no la entiende o la siente como agresión, por lo que insisto:
- ¿No cree usted que el Estado o quien pague pensiones a jubilados debería implementar un sistema para pago a domicilio a jubilados ancianos sin familia?
La cajera sonríe sin comprometerse. No atina a decir nada. Termina la operación y yo le doy las gracias. Salgo a la calle, sigue lloviendo. Pienso en el Estado, en el neoliberalismo, en la burocracia, en las raquíticas pensiones de jubilación, en la solidaridad humana. Pienso ante todo en la vejez que nos acecha a todos a la vuelta de la esquina.
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1 comentario:
Buenísima sugerencia, que les lleven su jubilación a su domicilio!!!! No cabe la menor duda, los bancos no pierden!!!! Bonito día para tí
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